jueves, 19 de agosto de 2010

Capítulo 2. [leed aclaración]

Acaración: A verrrrrrrrr, le ha cambiado el nombre a la chica, porque Gabriella era muy largo y además me recordaba a HSM así que ahora se llamará Marinna, y como apodo, Rinna; espero no causar molestia :$ Enjjjoy!

------------------------------------------------------------------------------------

Al día siguiente en el colegio, Danny pregunta por Marinna Carletti, si se sabe de ella pero no contestan, solo agachan la cabeza y susurran: ‘Imposible que no lo sepas’. Está histérico, tiene que saber qué diablos ha pasado y Rebecca llegará pronto y no puede verle preguntar por Marinna.

Mira a su alrededor. El patio de la escuela está lleno de gente que no arma bullicio, sino que se dispersa en pequeños grupos comentando en susurros algo que él desconoce. Pasea la vista por todos los campos hasta que detrás de la columna principal, encuentra a quien buscaba. Con el pelo rubio cubriéndole la mayoría de la cara, tapada por la ropa hasta arriba, con la capucha de la sudadera gris de Oxford puesta está Gloria, sola, pero no está seguro de si es ella. Le mira el culo. Sí, es Gloria.

Se asegura de que nadie le mira y se acerca, despacio, quedándose de pié delante de ella.

- Hola Gloria, ¿sabes dónde está Rinna? – la mira sonriendo, con las manos en los bolsillos.

Gloria levanta la cabeza y le mira, mostrando su maquillaje corrido en los ojos, su expresión de tristeza y susurra, enfadada.

- En el hospital – se da la vuelta y se marcha, agachando de nuevo la cabeza.

Danny no puede creerlo, no puede ser verdad, es imposible, no, no es posible. Se acerca de nuevo a Gloria y consigue sacarle el nombre del hospital donde está Marinna. No puede creerlo. Lo que sentía anoche, fue real, alguien estaba herida, Marinna estaba herida, moribunda. Se encamina hacia la salida de la escuela, sube a su moto y conduce a toda velocidad hacia el hospital. Al llegar, pregunta por Marinna Montefiore y le indican la habitación, rogándole silencio y educación. Asiente con la cabeza, entrando en el pasillo. Justo delante de la puerta de Marinna, esta Marco, su hermano, su viejo amigo, su principal enemigo actual. Traga saliva, cerrando los puños y sigue hacia delante, llegando hasta la puerta. Marco cruza con él una mirada de odio y le deja entrar, clavando los ojos en su espalda.

Abre la puerta despacio, respirando hondo, entra dentro y su corazón deja de latir por un milisegundo y comienza a hacerlo en otro dial ante aquella imagen, la imagen que él mismo ha provocado, la imagen que se le queda grabada en las retinas para siempre; la mujer de su vida, tumbada en una camilla, sufriendo por el hombre que osó despreciarle. Su corazón se rompe a la vez que le invaden los recuerdos.

Dos meses antes.

Un miércoles cualquiera para él por la noche, en el parque que hay cerca de su casa, Daniel y Marinna se sientan en un banco, distantes.

Han decidido encontrarse allí ya que Danny tenía algo que decirle a ella.

Después de varios besos, caricias, abrazos y te quieros, Daniel decide zanjar el asunto.

- Rinna, te he estado engañando. – las palabras salen como balas por su boca, apuntando directamente a su novia.

- ¿Ma qué cosa dice...? – Rinna le mira fijamente a los ojos, recriminatorios.

Daniel guarda silencio, mira al suelo, se levanta y la deja sola en el banco, a la luz de la luna reflejada en los trocitos de su corazón de cristal roto por completo. Mientras anda, la oye llorar, la oye lanzar cosas al agua, la oye gritar y maldecir al viento su nombre. Lo suyo nunca fueron las relaciones estables, dos meses eran demasiados.

Rinna se siente traicionada al otro lado del parque, se siente utilizada, se siente manipulada, sucia y asquerosa. A través de las palabras, el dolor se hace más tangible. Más ajeno a nosotros cuanto más cerca lo sentimos. Pero ella siempre ha creído que el dolor no encuentra palabras para ser expresado, es el más cruel, más hondo… el más injusto. Pasó su vida amando a un hombre que amaba a otra que no le amaba sino que amaba a otro del que nunca supo si la correspondía. Estaba rota por dentro, deshecha, corroída. Justo la noche después de haberse entregado a él, de haberse hecho suya para siempre y sabe, que no fue la única.

Ahora, en el hospital. Daniel se acerca a la camilla y coge suavemente la mano de Marinna, depositando un beso en ella. Está dormida, a salvo, pero enferma. No puede concebir esos ojos verdes tan grandes y luminosos con un deje de enfermedad. Levanta la mirada, buscando algún parte médico donde se especifique el motivo del ingreso y encuentra uno encima de la mesa. Repasa la hoja de arriba abajo y cuando llega las causas de la enfermedad y diagnostico, lee: ‘Desestabilización emocional e intento de suicidio’ Daniel palidece. Esa enfermedad es él. La mira de nuevo, conteniendo las lágrimas y acaricia su pelo despacio, después su mejilla, sus labios… Qué bonita es, que idiota ha sido, piensa mientras la mira dormir. Suspira y se aleja de la cama, soltando su pequeña mano y besa su mejilla levemente cuando alguien le coge por la espalda, empotrándolo contra la pared.

La cara de Marco aparece tremendamente cerca de la suya, cargada de odio y su puño aterriza en su nariz, rompiéndola.

- Vuélvete a acercar a Marinna, y eres hombre muerto.

Marco lo suelta y Danny se lleva la mano a la nariz sangrante y rota, mirándole con asco, confundido. Sale de la habitación, chorreando sangre y se encuentra con una enfermera que le atiende, colocándole el tabique en el sitio de nuevo, sin reparos en dolor, en medio del pasillo. Corre por los corredores, subiéndose al ascensor, traspasa la puerta del hospital, monta en su moto y va de vuelta a su casa, despreocupándose por el colegio, con una lección bien a prendida y con algo roto además de su nariz.

miércoles, 18 de agosto de 2010



Prólogo.

Después de todo este tiempo, todos los días son Junio, Daniel y te quiero cada día, es nuestro mes y no tiene por que acabarse, olvido cualquier intento por controlar la vida, la tuya o la mía, vivo para una cosa, para quererte, para hacerte feliz, para vivir intensa y alegremente el presente. Noviembre. Solo conozco eso y no quiero conocer nada más.

viernes, 12 de febrero de 2010

Capítulo 1.


Es tarde. Gabriella está apoyada en el alféizar de su ventana, mirando a través del cristal la lluvia caer sobre el árbol que hay en frente suya. Lleva el pijama puesto aunque no sabe si se le puede llamar pijama a una sudadera rosa y un pantalón de chándal negro. Su hermano está dormido en la cama contigua a la suya, por eso está con las luces apagadas y tropieza con una de las enormes zapatillas de Marco.

Se mete dentro de la cama e intenta conciliar un poco el sueño, pero una noche más, no puede hacerlo. No puede olvidar a aquel chico que conoció dos meses atrás, un tal Daniel, amigo de su hermano. Dos meses de depresión, dos meses de tristeza, dos meses de dolor intenso y de un vacío enorme en el pecho. No puede olvidar su cara; esos ojos color marrón oscuro, su pelo castaño y esa sonrisa cautivadora que a ella tanto le gusta. Recuerda como la besába, las cosas tan preciosas que le decía, lo astuto y agradable que llegaba a ser, cuánto lo amaba y … la recuerda también a ella. Rebecca Lancome, esa necia de la clase alta con la que había decidido irse Daniel. Decide levantarse de nuevo y enciende la luz.

Marco da vueltas en la cama y se abre los ojos con dificultad.

- ¿Y ahora qué, Gabri? – le mira a la cara y ve las ojeras de su hermana, y sus tremendos ojos verdes al borde del llanto.

Salta hasta su cama, la abraza con fuerza y ella rompe a llorar. Solloza el nombre de su amigo y pega puñetazos en su pecho llena de rabia y odio. Él acaricia su pelo con dulzura y le besa la frente para calmarla, pero los sollozos no se calman. Intenta tranquilizarla diciéndole que hablará aunque sabe que no tendrá valor, porque si no, acabará partiéndole la boca. Su hermana es sagrada y a su hermana no se la tocan ni la hacen sufrir, pero ese tío se ha pasado de la raya, ha cruzado el límite y ha hecho entrar en depresión a lo que él más quiere. Tarde o temprano, sea como sea, se las pagará.

Gabriella sigue llorando sobre su pecho hasta que levanta la cabeza y deja de llorar. Finge dejar de llorar.

- Estoy bien, Marco. Puedes… volver a la cama. – susurra ella.

- ¿En serio? Puedo quedarme en vela toda la noche, no me importa. Si necesitas llorar, hazlo. – la mira fijamente a los ojos, forzándola a ser sincera.

- No, de verdad, acuéstate. – pero como no, ella es una fantástica actriz.

Marco vuelve a su cama, apaga la luz y se mete bajo la colcha. Gabriella se queda mirando al techo, lanza miradas al reloj digital de la mesilla y espera a que se hagan las 4.30 am para llevar a cabo su plan.

Finalmente, la hora llega. Gabriella se levanta de la cama despacio, agarra una carta de encima de su escritorio y se desliza sigilosa hacia la cocina. Abre uno de los cajones donde su madre guarda las medicinas y busca la caja de los antidepresivos. Saca las 18 cápsulas de los envases, las vacía, las mezcla con agua y se las bebe. Toma asiento en el taburete, extrae la carta del bolsillo de su sudadera, la deja encima de la mesa y espera.

Comienza a sentirse mareada, a dolerle el estómago, y a ver nublado.

Se tambalea por la cocina y finalmente cae, tirando con ella la jarra de agua.

Dos pisos más arriba, su hermano se despierta. Destapa la cama y mira la de Gabriella. No está. Sale corriendo de la habitación, busca en el baño, en la terraza, en el salón… y entonces, la encuentra en la cocina.

Ve los vasos, las cajas de las medicinas, la nota encima de la mesa y a ella tumbada en el suelo. Pone los dedos sobre su yugular, buscándole el pulso. No lo encuentra. Su hermana ha muerto…

Grita el nombre de sus padres y ellos bajan a ver qué pasa. Su madre, Maria, suelta un grito desgarrador y su padre vuela hasta el teléfono y llama a emergencias. Ninguno puede creerlo.

**

Al otro lado de la ciudad, en un bar, Danny y sus amigos ríen estruendosamente y beben sin parar cervezas de marca cara. Uno de ellos bromea sobre Gabriella y Danny le sigue la broma, pensando en que le cantará las 40 cuando estén a solas. Gabriella … lleva tanto tiempo si saber de ella. Aún la echa de menos, siente todavía los labios de ella sobre su cuello, puede oler su perfume en el aire… pero debe olvidarse. Ahora sale con Rebecca y debe ser su única preocupación. Tampoco sabe nada de Marco, su hermano, ex novio de Rebecca.

Fueron grandes amigos durante 11 largos años, pero por lo visto apreciaba más a su hermana.

De repente, se le forma un nudo enorme en el estómago. Siente que algo no va bien, que alguien sufre, alguien muere. La sensación le impacta de pleno y lo deja confuso.

- ¿Danny? ¿Estás bien? – Rebecca intenta tranquilizarlo, pero él no puede dejar de pensar en que posiblemente Gabriella esté herida, o mucho peor, muerta.

- Hm… sí, claro, cielo. – contesta. Decide que es mejor olvidarlo y seguir con lo suyo.

Agarra su cerveza y le da un largo trago hasta verle el final y le grita a la camarera que quiere otra, seguido de una palabra no tan educada como las otras. Rebecca le pega en el hombro y se queja. Él la calla besando sus labios.

Le traen la cerveza y vuelve a beber. Sigue pensando en Gabri. Mañana preguntaría por ella en el colegio, sí, será lo mejor.

**

Ah, ya está. Muerta al fin. Ya nadie tendrá que preocuparse de ella, piensa Gabriella.

De repente, vuelve a sentir los brazos, las piernas, su cuerpo y experimenta unas ganas terribles de devolver todo lo que ha comido en sus 14 años de vida.

Abre los ojos de golpe y sin pensar, vomita. Tose y tose, vuelve a vomitar y grita de dolor y angustia.

Deja de vomitar y rompe a llorar. El estómago y la garganta le arden, necesita agua.

- Agua, por favor, dadme agua.

Cierra los ojos con fuerza, intentando no vomitar de nuevo. Traga saliva y sin quererlo, vomita

- ¡Gabriella! Dios, tranquila, joder. Vas a ponerme perdido y no tengo una muda. – dice una voz conocida.

Abre los ojos, mira hacia su derecha y encuentra a su hermano manchado de vómito. Esboza una sonrisa forzada y débil. Marco suelta una carcajada y la abraza y ambos se llenan del vómito de ella. Gabriella se queja de dolor de estómago y garganta, Marco llama a la enfermera que le trae un suero que sabe horrores pero que es lo único que puede beber.

Sue hermano se sienta en el sofá y la mira beber, pensando porqué lo habrá hecho. Quiere decírselo, pero sabe que no debe, si no su hermana caerá en depresión de nuevo. Lo que sí tiene claro que va a hacer es partirle la cara al cretino de Daniel. Lo mandará derecho a la morgue si es necesario, pero ha perdido totalmente su amistad.

Ayuda a su hermana a bañarse y a vestirse de nuevo, sus padres están en el trabajo y van a visitarla más tarde y le traen los DVD de su serie favorita, Skins. Gabriella se llena de emoción y ve cada DVD uno a uno, parando las escenas y comentando sobre ellas junto a su hermano y su bote de suero.

Aún está esperando que alguien formule la pregunta tabú. Tiene pensada la respuesta. Será sincera, contará todo y se hará justicia. Mientras nadie pregunte, ella seguirá siendo feliz con sus capítulos de Skins.